Fenáreta y el arte de parir. Nacimiento y ritual en la Grecia antigua

Sabias que la madre de Sócrates era partera y que de ahí él retoma la idea aplicándola a la Mayeutica considerándose el mismo un partero intelectual que ayudaba a las almas a parir sabiduría.

CURANDERAS, NAHUALES Y OTRAS HISTORIAS

Nahualaria esw

8/12/20253 min read

¡Llamen a la Partera!

Fenáreta —o Phainarétē (Φαιναρέτη), como se le nombraba en griego antiguo— fue madre de Sócrates y partera. Su nombre significa “la que revela la virtud” y encierra una promesa profunda: guiar el tránsito entre lo oculto y lo manifiesto, entre el silencio del vientre y la palabra del pensamiento.

Aunque apenas mencionada en los textos clásicos, Fenáreta representa una sabiduría ancestral que sostenía la vida desde sus umbrales más sagrados. En la Grecia antigua, el parto no era solo un evento biológico: era un cruce entre mundos, una ceremonia cargada de símbolos, plegarias y temores. Las parteras como ella eran mediadoras entre lo humano y lo divino, entre la oscuridad del cuerpo y la luz del hogar.

El nacimiento ocurría en el gineceo, espacio femenino del hogar, lejos de la mirada masculina. Allí, rodeada de mujeres, la parturienta era asistida con aceite de oliva, esponjas de mar, vendajes y aromas como poleo o membrillo, que aliviaban el dolor y reanimaban el cuerpo. Pero más allá de lo físico, se invocaban fuerzas invisibles: Ilitía, diosa del parto, era llamada para abrir el canal de nacimiento; Artemisa, protectora de mujeres, velaba desde lo salvaje; y Hermes, guía de almas, era invocado en partos difíciles, cuando la vida pendía de un hilo.

También se temía la presencia de espíritus malignos. Las Keres, aladas y sedientas de sangre, rondaban los momentos de vulnerabilidad. Los lémures, almas errantes de los muertos sin descanso, podían acercarse al recién nacido, buscando cuerpos por donde regresar. Incluso ciertos daimones, espíritus ambiguos del destino, podían influir en el parto o marcar el alma del infante. Por eso, las parteras tejían cantos, trazaban gestos y colocaban amuletos: eran custodias del umbral, espantadoras de sombras.

Tras el nacimiento, se colocaban símbolos en la puerta: una rama de olivo si era niño, señal de fuerza y guerra; un ovillo de lana si era niña, símbolo de labor doméstica y fertilidad. A los cinco días, el padre corría alrededor del fuego con el bebé en brazos durante las Anfidromias, integrándolo al hogar. A los diez días se le daba nombre, y si era varón, se presentaba en las Apaturias, festividad que marcaba su inclusión en la fratría.

Pero no todo era celebración. Las supersticiones tejían sombras sobre el parto: se creía que los gemelos eran señal de intervención divina, que los nacimientos difíciles revelaban la ira de las diosas, y que ciertos alimentos o lugares impuros podían alterar el destino. En Esparta, los bebés considerados débiles eran abandonados en el monte Taigeto, en una práctica brutal de selección.

En este universo simbólico, Fenáreta no solo dio a luz a Sócrates: dio forma a una metáfora que él mismo adoptaría. La mayéutica, su método filosófico, es el arte de ayudar a otros a parir ideas. Así, el saber nace como un hijo: con dolor, con guía, con misterio.

La partera griega era más que una técnica: era una sacerdotisa del umbral, una tejedora de destinos, una custodia de lo invisible. En ella se entrelazan cuerpo, cosmos y palabra. Y en Fenáreta, la madre del filósofo se revela que todo pensamiento profundo nace primero del vientre de lo sagrado.

Sócrates no participa físicamente en un alumbramiento, sino que utiliza la metáfora del parto para explicar su método filosófico, la mayéutica, que significa "arte de dar a luz" y consiste en guiar a las personas a través de preguntas para que descubran por sí mismas el conocimiento verdadero que llevan dentro. Su madre era partera, y él se consideraba un "partero intelectual" que ayudaba a las almas a "parir" la sabiduría.

"Mayéutica deriva del griego “μαιευτικς” que significa “parto” o “parir”; entonces basándonos en su etimología podemos definir esta palabra como “parir la verdad” o “dar a luz la verdad”.

La mayéutica era una técnica para ayudar en el parto, propia de las parteras o comadronas. La palabra se utilizó en filosofía asimilando la acción de parir con la de llegar a la verdad, a través de un método filosófico que no buscaba imponer el conocimiento sino llegar a él debatiendo los temas y dudando de las ideas para no arrastrar viejos errores.